Un mensaje de texto, un pedido de ayuda. Cada palabra que escribió llevaba con ella un dolor inmenso. Lo torturaba tanto esa soledad que sobrellevaba día a día que hasta en las coma y puntos se notaba. Necesitaba que lo contenga, que no lo deje solo. Sigo convencida de que fue un pedido de auxilio desesperado. No resolví todavía el tema de quién se ahogaba más: si él tragandose su llanto, o si realmente lloraba y las teclas de su teléfono eran las que se apagaban. Hasta ahora le creo todo, pero nadie me felicita: ¿no creen que a esta altura es bastante incríble que le crea por completo a alguien? Después de tantas mentiras y trampas, siguió siendo todo posible. Le creo... Me está rogando que no lo deje solo, disimuladamente... sin bajarse del caballo, pero lo hace, lo piensa, y le carcome la cabeza la idea de que esta vez no le crea. Pero quedate tranquilo, te creo... tu corazón late al mismo ritmo que el mío.